Etapa : Los Andes, Chile
Contenido: Fósiles
Herramientas 2.0: Rompecabezas virtual. Red social
Pasando por la cordillera chilena Darwin se encuentra árboles petrificados. No sólo hay fósiles vegetales, también los hay de origen animal. Participa con tu aportación en esta colección de fósiles que te proponemos.
La solitaria choza que lleva el imponente nombre de Villa Vicencio ha sido citada por todos los viajeros que han cruzado los Andes. La geología del terreno de los alrededores es curiosísima. La sierra de Uspallata está separada de la Cordillera principal por un prolongado llano angosto o cuenca, como los mencionados tantas veces en Chile, pero más alto, pues está a 1.800 metros sobre el nivel del mar. Esta sierra tiene con respecto a la Cordillera casi la misma posición geográfica que la gigantesca del Portillo, pero es de origen enteramente distinto. Se compone de varias clases de lava submarina, alternando con areniscas volcánicas y otros notables depósitos sedimentarios, y el conjunto se parece mucho a algunos de los lechos terciarios de la costa del Pacífico. Fundándome en esta semejanza, esperaba hallar madera silicificada, que es generalmente característica de estas formaciones, y vi colmados mis deseos de un modo extraordinario. En la parte central de la sierra, y a una altura de casi 2.100 metros aproximadamente, observé en una ladera pelada algunas columnas blanquísimas que se alzaban sobre el suelo. Eran árboles petrificados; 11 de ellos, convertidos en sílice, y de 30 a 409 en un espato blanco calcáreo, de tosca cristalización. Presentaban el aspecto de haber sido rotos bruscamente, y las porciones restantes se alzaban sobre el suelo unos cuantos pies. Los troncos medían de tres a cinco pies de circunferencia. Estaban un poco separados unos de otros, pero el conjunto formaba un grupo. Mr. Roberto Brown ha tenido la amabilidad de examinar la madera, y dice que pertenece a la tribu de los abetos, participando del carácter de la familia de las Araucaria, pero con algunos curiosos puntos de afinidad con el tejo. La arenisca volcánica en que los árboles estaban encastrados, y cuya parte inferior debieron brotar, se había acumulado en delgadas capas sucesivas alrededor de los troncos, y la piedra conservaba todavía la impresión de la corteza.
Capítulo XV. Páginas 410-411.